martes, 22 de enero de 2008

Nuestro cine, nuestras vidas, son un acto, una semilla, una flor, un carnal fruto de resistencia poético-política. Cuando digo nuestro cine, nuestras vidas, no estoy usando la retórica de una primera persona en plural: todo lo contrario, estoy usando el plural del pueblo y de los cineastas del pueblo. Esa resistencia poética se llama en cine Nuevo Cine Latinoamericano. Esa resistencia política tiene todos los nombres, apellidos y sobrenombres de ya cuatro generaciones de cineastas latinoamericanos que viven, conviven y han muerto, por ese cine. Y reviven en la imaginación colectiva como Glauber Rocha, Saúl Yelín, Raymundo Gleyzer, Jorge Cedrón, Jorge Miller, Vlado Herzog, y tantos otros, entre los que no pueden faltar y no faltan, aquellos dos adolescentes proyeccionistas cubanos, que en el alba de la revoluciónfueron asesinados por los contrarrevolucionarios, cuando con su camioncito de unidades Moviles de ICAIC (Instituto Cubano de Arte y Cinematografía) , iban a mostrar el cine a otros compañeros por primera vez. A todos ellos aquí y ahora, decimos: Presentes!
A casi cien años de la invención de este "juguete mecánico",
"Abuelos Lumiere,
abuelos Mélies
abuelo Edison
reciban este nuevo cine latinoamericano
uno en la diversidad
diverso en la unidad
Un entero continente
expresa su visión
su delirio
de magma y nieve
su indignado temblor
-pongamos la cámara a la altura
del ojo de un hombre-
su transfiguración".
Fernando Birri, 1982.

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